LA MUERTE

                                       LA MUERTE
La vida es nuestra madre, la muerte es nuestra hermana; quien aborrece a la hermana será aborrecido por la madre.
Aquél que ama a la muerte, será el predilecto de la vida, y ésta repudia a quien huye de la muerte.

El sabio es aquél que sabe que algún día ha de morir; pero no cree en la muerte.
Para saborear el placer del vivir, hay que morir en vida y para gustar la dulzura de la muerte, hay que sentirla y vi virla.
Cuando se embriaga el Espíritu por el amor, muere el cuerpo y su muerte no es más que la misma embriaguez por la vida.
La muerte es la saciedad espiritual del vino de los días y del néctar de las noches.
Vivir es alejarse de la Madre; morir es acercarse a Ella y dormir sobre su pecho.
La vida es la flor, la muerte es el fruto: la flor embellece, el fruto alimenta.
Vivir es cumplir un deber, morir es recibir un salario; pero nadie recibe el salario si no cumple su deber.
Vivir es comenzar una obra; morir es terminarla; solo el necio comienza por el fin y el holgazán y el cobarde no piensan en finalizarla.
La semilla aletargada, en el seno de la tierra, sueña en la primavera; el alma sepultada en el cuerpo, sueña en la resu-rrección y en la libertad, en la gran Primavera.
Por la muerte brota el alma del cuerpo forzosa y obliga-toriamente, y camina erguida y orgullosa sobre su propia se-pultura.
Para conocer el secreto de la muerte hay que descubrir el misterio de la vida; porque vida y muerte son dualidad de la Unidad.
Temer a la muerte es tener miedo de la propia sombra.
El Útero de la Naturaleza es la Puerta Universal: salir de ésta puerta es venir a la limitación del tiempo; entrar en ella, es volver a la Eternidad.
El niño malcriado teme a su madre; el hombre malcriado teme a la muerte.
Morir es desnudarse de sus impedimentos y librarse de la jaula para elevarse en el aire y ser Uno con la Libertad.
Como el alba para la alondra y la aurora para el ruiseñor, así es la muerte para el espíritu que ha dormido la noche de la vida.
Aunque alumbra, no deslumhra; aunque oscura, no estor-ba, aunque dulce no empalaga.
Matar el deseo de vivir y vivir el deseo de la vida, es acercarse al pináculo de la sabiduría.
Ningún tesoro puede equivaler a un minuto de la vida, sólo la muerte es el digno precio de la vida completa: Hay que vivir la vida para merecer la muerte.
Para librarse "de la hoz de la muerte no hay que crecer en la llanura de la vida, pero la semilla tiene necesidad del campo para brotar y de la hoz para ofrecer sus frutos.
Quien no mata el deseo de vivir, vive en el deseo de matar y quien no mata el temor a la muerte, vive temiendo a la vida.
Para llegar a la llanura de la muerte hay que atravesar el tortuoso camino de la vida.
Yo no viviría si pudiese creer que he de perecer con mi cuerpo. Esto me demuestra que he vivido y he de vivir una y otra y otra vez.
Para morir, eí hombre, debe de haber nacido y para nacer debe de haber existido y para existir debe haber sido trans-formado por la muerte vanas veces; y para transformarse debe de haber vivido varias vidas.
Hay que vivir noblemente para saber morir noblemente. Una noble muerte es mucho mejor que una vida indigna.
Quien no está presto para morir por los demás, no es digno de vivir con ellos.
Quien se queja de la brevedad de su vida no anida la Eternidad en su corazón.
¿Qué sería del mundo si la vida terrena del hombre fuese inmortal? ¿No sería el infierno un paraíso en comparación con ella?
El necio teme a la muerte como mortal y se aferra a la vida como inmortal; el sabio ama la muerte porque siente que es inmortal y sigue rectamente el camino de la vida hasta el fin, como mortal.
La vida es un don, la muerte es una bendición; el don puede ser gratuito, la bendición hay que merecerla.
La vida es la sombra de un sueño, la muerte es la reali-dad del despertar.
Brota el rayo del sol y al sol vuelve; brota el árbol de la tierra y a la tierra regresa; brota el Espíritu del Espíritu y a El retorna.
Nacer es florecer, morir es fructificar: por la mañana nace la flor al recibir el beso del sol, por la noche abraza la muerte para resucitar en el fruto.
Al nacer se separa la vida de la Vida, al morir vuelve la vida a la Vida: Nacimiento es separación, muerte es unión; sin la separación no hay liberación y sin la unión no hay identificación,
El hombre es enemigo de lo que ignora y tiene miedo a lo desconocido; pero el objeto de la vida es matar la igno-rancia y el fin de la muerte es familiarizarse con lo desco-nocido. El sabio resuelve los dos problemas en la misma vida y no espera la muerte para conocerla, porque para él la muerte no existe.
El sabio puede morir a voluntad para bañarse en las aguas de la muerte y salir de ella joven. El practica en su vida la muerte voluntaria y entonces sabe que la muerte no es el fin de la vida ni el comienzo de la inmortalidad, sino el movi-miento perpetuo a la Eternidad.
Cuando el hombre muere a voluntad, para sus pasiones, puede resucitar a los muertos, porque la muerte voluntaria es el vencimiento de la muerte.
Para vencer la muerte hay que conocerla y para cono-cerla hay que sentirla.
El verdadero Ser es Eterno y se rebela contra la idea de la muerte y el aniquilamiento.